Pequeño ejercicio de reflexión en cuanto al sexismo del lenguaje

Escrito por P. Vegara Meirelles a las 09:30 with No comments
Este blog está destinado, como ya sabéis, y creo que se nota por su contenido, a personas en formación: su público objetivo son los alumnos de Lengua y Literatura de Bachillerato, pero cualquiera que se sienta cómodo puede venir por aquí y participar en los debates, dejar comentarios, compartir su punto de vista, etc. 

En cualquier caso, no es un sitio de apologías, salvo la de tener la puerta siempre abierta y la mente crítica, incluso cuando se trata de un tema que nos gusta mucho o el sentido común nos incita a apoyarlo incondicionalmente. ¡Nunca! Hay que mantener cierta actitud de distanciamiento para poder ver las cosas con claridad y extraer nuestras propias conclusiones y no las que pretenden imponernos. Lo que yo opine o no opine no es nunca la respuesta correcta. Así que, cuando pido un ejercicio de reflexión, no me apetece volver a leerme ni que argumentéis con lo que creéis que yo quiero que pongáis. ¡Al contrario!

Mirad este vídeo antes de comenzar con la actividad: con los primeros treinta segundos es suficiente.

Sexismo en el lenguaje

Por eso, propongo estos fragmentos para que los comentemos acerca del uso sexista del lenguaje, que es también una de las variables que lo hacen cambiar, porque, ya sabéis, hay una interrerlación entre lenguaje y cultura muy difícil de desgranar. Vamos a ver si el lenguaje es diferente para hombres (personas que se consideran del género masculino) y para mujeres (personas que se consideran del género femenino):
  • Una de las diferencias que más se marcan es el empleo de términos androcéntricos y el masculino generalizado.
Las repercusiones del uso del masculino como generalizador o presunto generalizador, en la lengua castellana, han sido estudiadas con detenimiento por Álvaro García Meseguer: «La ambigüedad del género masculino en particular y la estructura masculinizada del idioma en general, tiene un efecto más genérico, ya que no sólo provocan una ocultación sistemática de la mujer y todo la que a ella atañe, sino que además producen una especie de masculinización en el cuadro de clavijas de la mente y sesgan, por rutina de reflejos, nuestra forma de captar el mundo». El autor señala que «el género masculino aparece frecuentemente, unas veces con carácter específico y otras genérico. El resultado es que la mente identifica por rutina, de modo inconsciente a lo masculino con lo total, al varón con la persona (...) Lo femenino, la mujer, es tratado por la sociedad hispanohablante como lo no-masculino, es decir, algo que no está en paridad, que aparece como excepción a la regla». Y considera que el proceso de ocultación de la mujer «es tan sutil que parece ideado por una mente maquiavélica. Y, en efecto, tal mente ha existido: es la mente del poderoso colectivo varonil de todos los tiempos que ha ido conformando el lenguaje a su medida y conveniencia.» 
Este texto pertenece a Amparo Moreno Sardá


Foto de Cory Schadt en Unsplash (CC0)

En relación con los genéricos androcéntricos, cuando se dice “El hombre únicamente es feliz cuando se realiza a sí mismo”, con la palabra hombre se incluye a “hombre” y “mujer”, porque no interesa hacer la distinción, como tampoco interesa hacerla con la palabra día cuando decimos: “Usted tiene tres días para entregar el informe”, que incluye a “día” y “noche”. En cambio, sí aparecerá la distinción de género cuando se quiere hacer la distinción: “No sólo el hombre debe tener acceso a los cargos directivos de una empresa”, donde no se puede negar que la palabra “hombre”, que está explícita, se opone a “mujer”, que no lo está. Y lo mismo ocurre con “El solsticio de invierno corresponde al día más corto del año”, donde “día” se opone a “noche”, que no se menciona. [...] 

Con el masculino plural con valor genérico (los padres, los alumnos, los médicos...) ocurre lo mismo, aunque hay que reconocer que el hecho de que esta fórmula opera sólo cuando se trata del género real y no del arbitrario, es una nueva concesión al androcentrismo. [...] Todavía más: aunque la distinción de sexo entre los seres vivos es un hecho objetivo, al hablante no siempre le interesa hacer la distinción. Por eso no es raro que, tratándose de animales domésticos, sí le interese el sexo, y entonces la diferencia la expresará en la lengua, léxicamente o por medio de una marca: potro/yegua, gato/a, gallo/ina. Pero en muchas lenguas existen los llamados sustantivos epicenos que se aplican a los animales machos y hembras de una especie, sin distinción de sexo, porque al usuario no le interesa hacer tal distinción: la pantera, el gorila, el elefante, la serpiente. Fenómeno que también ocurre con sustantivos epicenos que se refieren a seres humanos, como la persona, la guagua, la gente, el individuo.
Este texto pertenece a Claudio Wagner

Me gustaría saber qué pensáis acerca del uso gramatical y lingüístico que se hace de los términos androcéntricos (utilizar el hombre por humanidad) y el masculino genérico o, si lo queréis de la otra forma, del femenino como elemento marcado. 

¿Consideráis que hablar siempre -o la mayoría de las veces- con masculinos genéricos puede influir en cómo vemos el mundo? 


Aquí tienes una pequeña guía para hacer cambios rápidos y fáciles en tu lenguaje si te interesa la cuestión del sexismo.